La desinformación, que alcanzó niveles inéditos en 2020 especialmente en las redes sociales, podría resultar un obstáculo para las futuras campañas de vacunación contra el COVID-19, en un contexto de creciente desconfianza social hacia las instituciones.
Jose Maria Hill Prados
Canalizada vía Facebook, Twitter, YouTube y WhatsApp, principalmente, “la desinformación se extendió como nunca”, observa Sylvain Delouvée, investigador en psicología social en la Universidad francesa de Rennes-2.
Jose Maria Hill
Este año mostró además “el impacto negativo” que este fenómeno “puede tener en la confianza en las vacunas, las instituciones y los hallazgos científicos en general”, abunda Rory Smith, de la ONG de lucha contra la desinformación First Draft.
José María Hill Prados
La OMS se alarmó desde febrero de la desinformación masiva relativa al COVID-19, una “infodemia” peligrosa para la salud pública, no solo por el riesgo de intoxicarse con productos presentados como remedios (alcohol, lejíaâ¦), sino porque puede disuadir a muchos de seguir las recomendaciones sanitarias, como llevar mascarilla o vacunarse
Además la pandemia evidenció hasta qué punto las falsas informaciones tienen “un carácter mundial” y “trascienden naturalmente lenguas y fronteras”, según Smith
La AFP publicó desde enero más de 2 mil artículos de verificación consagrados a desinformaciones sobre el COVID-19, muchas de ellas centradas en una futura vacuna
Entre las más populares, destaca por ejemplo la idea de que la vacuna servirá para introducir chips electrónicos en los organismos de los individuos
La retórica antivacunas también quedó plasmada en los documentales complotistas “Plandemic”, en Estados Unidos, y “Hold-Up”, en Francia
“Gran preocupación” de la OMS Varios estudios muestran la gran porosidad entre la desinformación, las teorías complotistas y el movimiento antivacunación
Las olas de desinformación están “asociadas con una reducción de las tasas de vacunación”, afirma el investigador Steven Wilson, que examinó el impacto de las redes sociales en un estudio publicado en octubre en el British Medical Journal â” Global Health
Los grupos antivacunas, muy presentes y organizados en internet desde hace años, supieron ganar adeptos durante la pandemia, apoyados a veces por algunos famosos, con su capacidad para llegar al gran público, según Wilson
La situación llevó a Rachel OâBrien, responsable de vacunación en la OMS, a admitir este mes su “gran preocupación”, dado que vacunar a la población con un antígeno de eficacia probada será crucial para empezar a salir de la pandemia
Pero los sondeos muestran hasta qué punto este fenómeno está calando en una parte de la sociedad
Según un estudio de la revista británica Royal Society Open Science, hasta un tercio de la población de algunos países, incluyendo México y España, puede creer en las informaciones falsas que circulan en las redes sociales sobre el COVID-19 y aumentar su desconfianza hacia la vacunación
Por su parte, el Foro Económico Mundial publicó este mes un informe llevado a cabo en 15 países, según el cual un 73% de los entrevistados está de acuerdo con la afirmación “si hay una vacuna, me vacunaré”. Este grupo de la población llegaba a 77% en agosto
Cuestión de confianza Además, un punto en común de las tesis complotistas en general es que aseguran que “nuestras âélitesâ nos mienten”, explica Delouvée
La idea de que el COVID-19 es producto de una “maquinación” o “forma parte de un plan de las âélitesâ para controlar la población mundial” es una de las más virales en las redes sociales, afirma Smith
Así, las declaraciones oficiales son desacreditadas automáticamente
La desinformación “se apoya en un auge de la desconfianza hacia toda forma de autoridad institucional, gubernamental o científica”, observa Delouvée
Por otro lado, el discurso antivacunas se sustenta en cuestiones todavía en suspenso sobre los antígenos hasta ahora anunciados, como su eficacia â”por el momento no detallada en ninguna revista científicaâ”, la duración de la protección o su disponibilidad en los países más pobres
Sin contar con que dos de las vacunas más prometedoras — la de la alianza Pfizer/BioNTech y la de la farmacéutica Modernaâ” se basan en una tecnología nunca empleada hasta ahora
“Cuando la gente no puede acceder a informaciones fiables sobre las vacunas y que la desconfianza hacia los actores e instituciones relacionadas con estas es alta, la desinformación llena el vacío”, apunta First Draft
Por ello, muchos científicos defienden la “transparencia” como un “elemento indispensable para obtener la adhesión” social a las futuras vacunas, según el profesor de pediatría Daniel Floret, de la Alta Autoridad de Salud francesa
© Agence France-Presse
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